Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


lunes, 15 de febrero de 2016

LA ENORME FUERZA DE LA COSTUMBRE



Muchos problemas de los que tenemos en las relaciones surgen porque no coincidimos en las costumbres.
 
Todos damos por buenas las nuestras y, generalmente, cometemos el error de querer validarlas como tal ante la persona de al lado.

La mayoría de las veces, no entendernos parte de una diferente forma de haber sido criados, de un modo distinto de haber empezado a entender el mundo y de responder ante él. 

Lo que para uno es necesidad para otro vicio. Lo que para uno es importante para el otro es cosa menor. Lo que para quien se relaciona con nosotros es de una forma, para nosotros es de otra y en el engranaje de lo posible para los dos está el secreto de llevarse lo mejor posible.

Con este breve cuento veremos cómo la realidad, por buena que sea, puede parecer horrible si no forma parte de aquello a lo que estamos acostumbrados.

¡Feliz comienzo de semana!
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Se trataba de un grupo de pescadoras. Después de concluida la faena, se pusieron en marcha hacia sus respectivas casas. El trayecto era largo y, cuando la noche comenzaba a caer, se desencadenó una violenta tormenta.

Llovía tan torrencialmente que era necesario guarecerse. Divisaron a lo lejos una casa y comenzaron a correr hacia ella. Llamaron a la puerta y les abrió una hospitalaria mujer que era la dueña de la casa y se dedicaba al cultivo y venta de flores. Al ver totalmente empapadas a las pescadoras, les ofreció una habitación para que tranquilamente pasaran allí la noche.

Era una amplia estancia donde había una gran cantidad de cestas con hermosas y muy variadas flores, dispuestas para ser vendidas al siguiente día.

Las pescadoras estaban agotadas y se pusieron a dormir. Sin embargo, no lograban conciliar el sueño y empezaron a quejarse del aroma de las flores: "!Qué peste! No hay quien soporte este olor. Así no hay quien pueda dormir". Entonces una de ellas tuvo una idea y se la sugirió a sus compañeras:

No hay quien aguante esta peste, amigas, y, si no ponemos remedio, no vamos a poder pegar un ojo. Coged las canastas de pescado y utilizadlas como almohada y así conseguiremos evitar este desagradable olor.

Las mujeres siguieron la sugerencia de su compañera. Cogieron las cestas malolientes de pescado y apoyaron las cabezas sobre ellas. Apenas había pasado un minuto y ya todas ellas dormían profundamente.

Por ignorancia y ausencia de entendimiento correcto, el ser humano se pierde en las apariencias y no percibe lo Real

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