A
todos nos pasa. Con mayor o menor frecuencia. Con más intensidad o menos, pero
a todos. “Tenemos corazonadas”, decimos. Esa especie de certeza que se muestra
clarividente en tu mente y sobre todo en tu corazón. De ahí, el dicho popular.
La intuición es una de las mejores
fuentes de conocimiento. Hay personas muy sensibles a ella. Tanto que a veces
asusta. ¡Cuántas veces hemos pensado ante un suceso…”Lo sabía, es que lo sabía”…!.
Lo que se revela de esa forma pocas veces
falla.
Hoy venía hablando, durante un trayecto
corto de viaje, con una muchacha que me decía estar asustada ante determinados
golpes de intuición que le suceden a menudo y se cumplen.
No
hay nada que temer. Todos somos intuitivos pero no todos hacemos caso de ello.
Hay señales por todos los lados. Nada sucede porque sí. Todo está conectado.
Los sucesos son una cadena con sentido. Con muchísimo sentido.
Hemos
leído, alguna vez aquí, el cuento del hijo que se rompió una pierna y no pudo
ir a la mili. En él, se narra cómo cada suceso bueno que ocurre viene ligado a
uno malo y viceversa. Nos dejaba la idea de que si algo sucede lleva aparejado
un después que lo justifica.
Causas
y efectos enredados en una cadena sin fin.
La
intuición, divino tesoro. Hay que hacer caso a la voz interior que está dentro
de nosotros. Dejar que nos guíe, no racionalizar todo tanto, pensar menos y
aprovechar más los silencios.
La
intuición se revela con más fuerza cuando estamos solos, cuando nada nos
distrae más que nuestros pensamientos; cuando estamos receptivos.
Hay
que soltar amarras, dejarnos ir, no ser tan rígidos y aflojar la mente.
Cuando
llegue a ti una intuición, síguela. Y ve tras de ella a la primera, porque ésta
es la que vale.
¡Feliz
Lunes!
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