Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


martes, 19 de abril de 2016

ESTE NO ES MI VIAJE, ES EL TUYO



Excelente reflexión, no estamos todos en el mismo viaje, ni en el mismo tren. Cada cual tiene viaje particular, billete propio y destino único.

Me ha gustado mucho.

Os dejo parte de ella.
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¿Cómo soltar aquello en lo que pusimos tanto?
¿Cómo replegar el corazón cuando fue tan expansivo?
Joan Garriga
Según un cuento Sufí, el Mulla Nasrudín, agotado y sediento tras un largo viaje, llegó a un mercado de la India. Al pasear entre sus puestos, quedó fascinado al ver en uno de ellos unos frutos rojos que parecían ser muy frescos y jugosos. Tan bueno era su aspecto que decidió comprar varios kilos. Sin más tiempo que perder, buscó una sombra donde empezar a devorarlos. Nada más dio el primer bocado, el Mulla comenzó a sudar y a ponerse colorado. Casi echaba fuego por la boca y, a pesar de ello, Nasrudín no dejaba de comerlos. Al verle en ese estado, un transeúnte no puedo evitar preguntarle:

– Pero, ¿qué haces comiendo tantos pimientos picantes con este calor tan terrible?

– No estoy comiendo pimientos – respondió Nasrudín –, me estoy comiendo mi inversión.

El sentido de seguir comiendo pimientos picantes cuando por dentro estás muriendo es el mismo sentido que el de seguir al lado de una persona con quien hace tiempo no eres feliz: ninguno.

De una manera u otra, toda historia de amor es el resultado de la puntualidad entre dos personas que, fruto de una elección o una casualidad, coinciden a una misma hora en un mismo lugar. (Un mínimo retraso, así como una pequeña confusión en las coordenadas, es suficiente para cambiar el destino y desarrollo de dos vidas que, en las circunstancias adecuadas, podrían haberse encontrado). La puntualidad, no obstante, no es solo determinante para el momento de encuentro, sino también para el momento de partida: tan importante como saber cuándo llegar, es saber cuándo marcharse.

La puntualidad no es solo llegar a la hora, es también marcharse a tiempo”.

Con frecuencia, convertimos las decisiones de nuestro pasado en unas cadenas demasiado rígidas para nuestro presente, y olvidamos que ningún momento es inapropiado para cambiar de rumbo. Siempre es difícil dar por cerrada una partida y decir “hoy me voy a casa con los bolsillos vacíos cuando los traje llenos”, sin embargo, es mucho más productivo que negarse ante la evidencia de que lo que fue ya no es y nunca será.

La vida es cambio continuo y es nuestra misión cambiar con la vida. No hay nada indigno en reconocer que lo que ayer consideramos una buena opción hoy ha dejado de serlo, todo lo contrario. La valentía, muchas veces vestida de compromiso y perseverancia, en ocasiones debe ponerse el traje de rendición. Si vuestro amor – aunque sea convaleciente – aún está vivo, lucha; pero si, por el contrario, está muerto y ya no late, cierra, vete. Vale más un salto a tiempo que romperte con la ola.

La rendición es un valor elevado cuando viene precedido de entrega y lucha. Si tras haber peleado con todas tus fuerzas, haber explorado los límites de lo posible y haber puesto en juego tu parte más segura algo no puede llevarse a cabo, el único defecto que puede manifestarse no se llama “rendición”, se llama “cabezonería” (Sigue…)


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