Domingo anterior
.-No abriré. ¿Quién eres?.
.-Owen por favor. Soy tu mujer. ¡Abre!.- El psiquiatra sudoroso y
angustiado supo que no tenía escapatoria. Abriría aquella puerta para saber qué
estaba sucediendo.
La mujer, no solo estaba dispuesta a convencer a Owen de su amnesia, sino que también estaba decidida
a que abriese inmediatamente aquella maldita caja fuerte que contenía los
valiosos papeles.
Algo llevaba cuidadosamente en una caja. Algo se retorcía dentro
de ella deseando salir maliciosamente. Algo que haría actuar a Owen sin
remedio…
RELATO DEL DOMINGO
19_06_2016
Lentamente, para dar a su mente tiempo a pensar, se dirigió hacia
la puerta y la entreabrió sacando la cabeza.
.-¿Quién eres?. ¿Por qué estás en mi casa?.-La mujer sumisamente y
con aires de preocupación movió la cabeza como una señal definitiva de
perdición.
.-Owen, cariño, soy Nataly. ¡Soy yo!. Por dios, no me puede estar
pasando esto a mí. Soy tu mujer. Tenemos tres hijos. ¿Ni eso recuerdas?.- Owen
sabía perfectamente que se trataba de una trampa. No estaba casado, ni
recordaba haberla visto en ningún momento aquella mujer. Sin embargo, prefirió
seguir aquel juego dañino que seguramente se dirigía con algún fin.
.-¡Nataly!:..estoy un poco aturdido. No sé que me ha pasado.-Al
instante, aquella mujer comprendió que le seguía la farsa. Por supuesto no era
su mujer y tampoco estaba allí para ayudarle.
.-Déjame pasar, amor. Has tenido un accidente.- Owen abrió la
puerta con sigilo. La mujer entró al despacho y se abrazó a él. Ni siquiera
movió los brazos. Sus manos quedaron pegadas a lo largo de sus piernas
incapaces de responder.
.-¿Qué me ha sucedido?.
.-Mi querido Owen has estado once meses en coma. El pronóstico es
esperanzador. Nos han dicho que comenzarás a recordar muy lentamente. Yo estoy aquí
para que ese proceso sea rápido y agradable. Acabas de salir del hospital y aquí
estoy con Nana para cuidarte.
La cara de Owen se descompuso cuando oyó el nombre. En realidad no
lo recordaba pero le trajo una sensación desagradable capaz de revolver su
estómago. La mujer se dio cuenta de ello e inmediatamente procedió a aclararle
quien era.
.-¿No recuerdas a Nana?.- Owen cariño es nuestra asistenta. Te crió
a ti y ahora a nuestros hijos. Te quiere mucho. Tu corazón la recordará. Le
diré que venga.
.-¡NO!, aún no. No me encuentro bien.- La mujer de pelo moreno se
contuvo. Estaba empezando a cansarse de lo difícil que le resultaba abrir
aquella misteriosa caja. Entre tanto aquel bicho letal que contenía el reciente
que guardaba en su mano derecha, se retorcía molestamente en ella deseando
salir.
.- No es momento de emplearlo.-pensó. Tendré que recurrir al Pentotal.
No me queda más remedio que llamarla y entonces sí que hablará.
.-Cariño tienes que empezar a recordar. Cuanto antes lo hagas más
fácil será recuperar la vida normal.- Y diciendo esto voceó el nombre de
aquella supuesta ama de crianza.- ¡Nana, Nana! Venga un momento por favor.
La mujer se presentó al instante. Owen palideció. Era ella.
Inconfundible a pesar de los años que habían pasado. Stella, la bibliotecaria.
La mujer que había arruinado su inocencia y le había sometido a los más bajos
juegos sexuales. No podía creerlo.
Inmóvil, sin poder articular palabra, clavó su mirada en el
espectro que se acercaba a la puerta. Recordó que durante la infernal estancia
en el sótano de su casa había escuchado al marido de ésta llamarla así.
Volvía a su vida. Nunca había salido de ella. Era la voz que
anónima tras el teléfono se ocultaba para recordarle que seguía sus pasos.
Ahora, poderosa de nuevo, le hacía sentir indefenso y temeroso. Lo
mismo que en aquella horrible situación en la que había sufrido tanto.
.- Nana, Owen está muy nervioso. ¿Sería tan amable de traer un
calmante?.- La mujer sonreía levemente sin dejar de mirar al doctor evocando la
imagen de aquel niño asustado con el que había jugado tantas veces.
.-Sí señora. Cualquier cosa para que el señor se reponga.- Y salió
despacio sin dejar de mirarle. Era como una sentencia triunfal. De nuevo estaba
en sus manos sin que éste pudiese hacer nada. No tenía escapatoria. Al instante
volvió con una inyección cargada completamente de un suero blanco que pensaba
inocular en sus venas.
Entró en la habitación con la jeringa ante los ojos aterrados de
Owen que inmediatamente comprendió el contenido de la inyección.
.-¡No!.- gritó con desesperación.- Tiopentato de
sodio.- Nana intervino jocosamente.
.-Nosotros lo llamamos familiarmente…el suero de la
verdad, mi querido Owen.- mientras se acercaba peligrosamente, añadió.- pero
qué importa, tu no nos ocultas nada ¿verdad?..
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