Domingo anterior
.-Sí señora. Cualquier cosa para que el señor se reponga.- Y
salió despacio sin dejar de mirarle. Era como una sentencia triunfal. De nuevo
estaba en sus manos sin que éste pudiese hacer nada. No tenía escapatoria. Al
instante volvió con una inyección cargada completamente de un suero blanco que
pensaba inocular en sus venas.
Entró en la habitación con la jeringa ante los ojos aterrados de
Owen que inmediatamente comprendió el contenido de la inyección.
.-¡No!.- gritó con desesperación.- Tiopentato de
sodio.- Nana intervino jocosamente.
.-Nosotros lo llamamos familiarmente…el suero de la
verdad, mi querido Owen.- mientras se acercaba peligrosamente, añadió.- pero
qué importa, tu no nos ocultas nada ¿verdad?..
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Relato del Domingo 26_06_2016
Aquel instante eterno, desde que Nana dirigía su jeringuilla hacia
su cuello, Owen pareció pasarle todas las imágenes degradantes que aquella
vieja mujer le había hecho vivir.
Inmediatamente se instaló en el pasado. Parecía tener pegado a su
nariz aquel olor a humedad y podredumbre del sótano inmundo en el que le habían
tenido tantos días.
Ahora lo recordaba nítidamente. No era el hospital la primera vez
que había despertado. La sensación de malestar que le perseguía desde aquellos
momentos nunca se había esclarecido en su mente. Le habían aplicado una nueva
droga; un compuesto que habría logrado cerrar las puertas del recuerdo durante
mucho tiempo.
Ahora lo comprendía. Aquel matrimonio enloquecido eran una pareja
de depravados que sometían a los niños, los sodomizaban y cuando les era
posible, les vendían a extranjeros para extraer sus órganos. Él había tenido
suerte. Mantenía su cuerpo pero habían
logrado destruir su mente.
Las imágenes se agolpaban en su cabeza; recordaba como la vieja
bibliotecaria le miraba con sus intensos ojos azules mientras su pequeño cuerpo
permanecía atado a una cama. Les veía desnudos a su alrededor. Mientras el
marido se untaba las manos con una especie de aceite pringoso, la ansiosa mujer
le acariciaba el pecho delicadamente.
Se sentó junto a él. Su cara inocente delataba el terror que
sufría. La mujer compasiva le dijo.
.-Mi pequeño niño, no tengas miedo. Mi marido sabe cómo hacerlo. Y
yo estaré aquí para asegurarme de que todo vaya bien. .- Y diciendo esto, dejó
caminar su mano lentamente hacia el bajo vientre del pequeño introduciéndola
por el diminuto calzoncillo con el que se vestía solamente.
Owen se enfureció con estos recuerdos que le asaltaban discontinuos.
¿Qué había sucedido después?. No lograba hilvanar las imágenes que llegaban atropelladas
a la mente de aquel hombre atormentado.
Estaba apoyado en la mesa de su despacho mientras la vieja mujer
sonreía con aquella boca repugnante que había restregado por su pequeño cuerpo.
Alargó la mano hacia atrás para coger un pisapapeles de mármol en
forma de escarabajo. Cuando la mujer estaba a punto de inyectarle aplastó la
piedra contra su cabeza quebrándola mortalmente.
.-Aghhhh! Maldito!.-gritó mientras su cuerpo se desplomaba en el
suelo, recorrido con un inmenso rastro de sangre que manaba de su cabeza.
La mujer morena se abalanzó contra la puerta para cerrarla de
inmediato.
Owen asustado por el crimen que acababa de cometer intentó abrirla
desaforadamente mientras esta mujer sostenía la caja que contenía al hambriento
animal.
.-No te irás de aquí sin decírmelo. ¡Abre la caja fuerte!.- El
doctor fuera de sí quiso abalanzarse hacia ella pero inmediatamente, ésta le
mostró la caja con el animalito deseando escapar de aquella cárcel de cristal.
.-No te atrevas Owen. Este amiguito nuestro está deseando clavar su
aguijón en ti.- Owen, contrariamente a lo que solía sucederle, se calmó.
.-No te conozco. No sé quién eres. Ni sé por qué quieres que muera
sin decirte lo que te interesa.
Podemos empezar un juego en el que ambos ganaremos.
.-Yo soy la que voy a ganar. A ti solamente te toca perder.
.-Je, je… no señorita no. Estás muy equivocada. Solamente yo puedo
desvelarte lo que necesitas. Si me matas no lo sabrás jamás.
La puerta de la calle se abrió. Ambos se quedaron inmóviles. ¿Quién
podrá tener llave de aquel piso?.
Mientras tanto la vieja bibliotecaria parecía moverse en aquel charco
de sangre.
.-Hay que llamar a una ambulancia. ¡No está muerta!.-dijo la mujer
morena mientras se agachaba para comprobar si su corazón latía.
Owen se abalanzó sobre ella para rodear su cuello con en el cinturón
de su bata. La reacción de su cuerpo hizo que soltase de golpe la cajita de
cristal que llevaba en su mano.
El escorpión libre de su celda comenzó a caminar lentamente hacia
su presa…
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