Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 26 de junio de 2016

VIAJE A ÍTACA ( Relato del Domingo)



Domingo anterior

.-Sí señora. Cualquier cosa para que el señor se reponga.- Y salió despacio sin dejar de mirarle. Era como una sentencia triunfal. De nuevo estaba en sus manos sin que éste pudiese hacer nada. No tenía escapatoria. Al instante volvió con una inyección cargada completamente de un suero blanco que pensaba inocular en sus venas.

Entró en la habitación con la jeringa ante los ojos aterrados de Owen que inmediatamente comprendió el contenido de la inyección.

.-¡No!.- gritó con desesperación.- Tiopentato de sodio.- Nana intervino jocosamente.

.-Nosotros lo llamamos familiarmente…el suero de la verdad, mi querido Owen.- mientras se acercaba peligrosamente, añadió.- pero qué importa, tu no nos ocultas nada ¿verdad?.. 

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Relato del Domingo 26_06_2016 


Aquel instante eterno, desde que Nana dirigía su jeringuilla hacia su cuello, Owen pareció pasarle todas las imágenes degradantes que aquella vieja mujer le había hecho vivir.

Inmediatamente se instaló en el pasado. Parecía tener pegado a su nariz aquel olor a humedad y podredumbre del sótano inmundo en el que le habían tenido tantos días. 

Ahora lo recordaba nítidamente. No era el hospital la primera vez que había despertado. La sensación de malestar que le perseguía desde aquellos momentos nunca se había esclarecido en su mente. Le habían aplicado una nueva droga; un compuesto que habría logrado cerrar las puertas del recuerdo durante mucho tiempo.

Ahora lo comprendía. Aquel matrimonio enloquecido eran una pareja de depravados que sometían a los niños, los sodomizaban y cuando les era posible, les vendían a extranjeros para extraer sus órganos. Él había tenido suerte.  Mantenía su cuerpo pero habían logrado destruir su mente.

Las imágenes se agolpaban en su cabeza; recordaba como la vieja bibliotecaria le miraba con sus intensos ojos azules mientras su pequeño cuerpo permanecía atado a una cama. Les veía desnudos a su alrededor. Mientras el marido se untaba las manos con una especie de aceite pringoso, la ansiosa mujer le acariciaba el pecho delicadamente.

Se sentó junto a él. Su cara inocente delataba el terror que sufría. La mujer compasiva le dijo.

.-Mi pequeño niño, no tengas miedo. Mi marido sabe cómo hacerlo. Y yo estaré aquí para asegurarme de que todo vaya bien. .- Y diciendo esto, dejó caminar su mano lentamente hacia el bajo vientre del pequeño introduciéndola por el diminuto calzoncillo con el que se vestía solamente.

Owen se enfureció con estos recuerdos que le asaltaban discontinuos. ¿Qué había sucedido después?. No lograba hilvanar las imágenes que llegaban atropelladas a la mente de aquel hombre atormentado.

Estaba apoyado en la mesa de su despacho mientras la vieja mujer sonreía con aquella boca repugnante que había restregado por su pequeño cuerpo.

Alargó la mano hacia atrás para coger un pisapapeles de mármol en forma de escarabajo. Cuando la mujer estaba a punto de inyectarle aplastó la piedra contra su cabeza quebrándola mortalmente.

.-Aghhhh! Maldito!.-gritó mientras su cuerpo se desplomaba en el suelo, recorrido con un inmenso rastro de sangre que manaba de su cabeza.

La mujer morena se abalanzó contra la puerta para cerrarla de inmediato.

Owen asustado por el crimen que acababa de cometer intentó abrirla desaforadamente mientras esta mujer sostenía la caja que contenía al hambriento animal.

.-No te irás de aquí sin decírmelo. ¡Abre la caja fuerte!.- El doctor fuera de sí quiso abalanzarse hacia ella pero inmediatamente, ésta le mostró la caja con el animalito deseando escapar de aquella cárcel de cristal.

.-No te atrevas Owen. Este amiguito nuestro está deseando clavar su aguijón en ti.- Owen, contrariamente a lo que solía sucederle, se calmó.

.-No te conozco. No sé quién eres. Ni sé por qué quieres que muera sin decirte lo que te interesa.

Podemos empezar un juego en el que ambos ganaremos.
.-Yo soy la que voy a ganar. A ti solamente te toca perder.

.-Je, je… no señorita no. Estás muy equivocada. Solamente yo puedo desvelarte lo que necesitas. Si me matas no lo sabrás jamás.
La puerta de la calle se abrió. Ambos se quedaron inmóviles. ¿Quién podrá tener llave de aquel piso?.

Mientras tanto la vieja bibliotecaria parecía moverse en aquel charco de sangre.

.-Hay que llamar a una ambulancia. ¡No está muerta!.-dijo la mujer morena mientras se agachaba para comprobar si su corazón latía.

Owen se abalanzó sobre ella para rodear su cuello con en el cinturón de su bata. La reacción de su cuerpo hizo que soltase de golpe la cajita de cristal que llevaba en su mano.

El escorpión libre de su celda comenzó a caminar lentamente hacia su presa…






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