Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


martes, 12 de julio de 2016

LA IMPACIENCIA LO COMPLICA TODO



Estoy segura de que muchas de las cosas que nos suceden tienen que ver con aprender a tener paciencia.

Somos impulsivos en las reflexiones, en las contestaciones, en el proceder. Somos inquietos, intranquilos y soliviantados. Estamos en la cultura de la protesta y nos encanta hacerla.

Nos fijamos mucho en la mota ajena y solemos hablar de las situaciones de los demás como si conociésemos sus malestares, los sufrimientos y las inquietudes por las que otros pasan.

Para el mundo occidental, la calma es lo más difícil de conseguir. Somos contestatarios y rápidos en la reacción. Nos perdemos en los gritos, en las diferencias y en las culpas. 

Nos adelantamos muchas veces. Tenemos poco sosiego. No meditamos las respuestas. Tampoco dejamos templar el alma para ejercer la comprensión o la compasión. Estamos deseando juzgar y aún más condenar.

La impaciencia lo complica todo, hasta lo manual. ¿Cuántas veces queremos hacer algo bien, arreglar algún objeto y nerviosos por alguna circunstancia lo estropeamos aún más?

Veamos este breve cuento zen que trata de la impaciencia.



…”Un estudiante de artes marciales fue hasta su profesor y seriamente le dijo, “Soy un devoto al estudiar su sistema marcial. ¿Cuánto tiempo me tomará dominarlo?”. La respuesta del profesor fue improvisada, “Diez años”.

Impacientemente, el estudiante replicó, “Pero quiero dominarlo mucho antes que eso. Trabajaré muy duro. Practicaré a diario, diez o más horas al día si es necesario. ¿Cuánto tiempo tomaría entonces?” El profesor pensó por un momento, “veinte años”.

La impaciencia complica básicamente todo aspecto de la vida incluyendo el aprendizaje. Muchas veces esta misma impaciencia o apuro por conseguir las cosas viene de la mano del capricho, la envidia o algún vacío que tenga la persona.

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