Nunca
había reparado en la observación del mundo de las abejas. En su organización,
en la construcción de sus habitáculos, en el sistema de recogida del polen, en
su reproducción y sobre todo, en el producto generoso que nos regalan.
Lo cierto es que se trata de un
microcosmos de infinitas lecturas.
Son
capaces de organizarse, lo que no somos nosotros en estos momentos si hacemos
un paralelismo organizativo y social.
Viven
en sociedades perfectamente instauradas en las cuales, cada una es vital en la colonia.
Este sentido único y especializado de la tarea de cada abeja según los días de
vida, es una forma de enseñarnos el matiz clave de considerar al de al lado
único e irrepetible y darle valor por ello.
Se
comunican inteligentemente, en lo cual tenemos mucho que aprender también.
Nosotros escuchamos para responder y no para comprender o asimilar lo del otro.
Danzan en el aire, usan el movimiento, para trasladar la información. Nosotros
hemos dejado de bailar, de movernos y de expresarnos con el cuerpo. Lo hacían nuestros
ancestros; alguna función solidaria y de unión tendría para el grupo.
Producen
una cantidad importante de miel visitando a miles de flores. Es como si hasta
que realmente no se han impregnado de lo mejor de cada una no pudiesen darnos
lo mejor de sí.
Posiblemente, éste sea un adecuado paralelismo con lo que
deberíamos de hacer. Menos rechazo a quien no se conoce, terminar con las
críticas, las ofensas, las suposiciones o el encorsetamiento normativo que
siempre condena lo que sale fuera de sí.
Conocer
personas, enriquecernos con ello, elaborar la información, gestionar las
emociones, deleitarnos con los sentimientos. No rechazar, no excluir y el
resultado final será igual de dulce que la miel que nos regalan.
Tienen
sangre fría pero pueden generar calor al hacer vibrar su cuerpo. Otro bello mensaje.
No importa de las condiciones que se parta, lo importante es moverse, dirigir la
atención, focalizar el interés y producir lo que nos conviene; lo que le viene
bien al corazón, al alma y al propio cuerpo.
Me
encanta la miel. Puede resulta muy dulce para algunos, pegajosa para otros, densa
y viscosa…pero lo más hermoso es su transparencia, ver a través del ámbar de
sus tonalidades, sentir su aroma y disfrutar de su sabor como un regalo
generoso de estas amigas de la naturaleza.
Un
secreto, me gusta la miel de urz o
brezo, un poco amarga pero deliciosamente sensitiva al paladar, con un toque
afrutado y ácido y un color oscuro que me recuerda a un cálido atardecer en los
que uno pueda perderse en las pupilas de otros ojos color... miel.
Shambhala es, haciéndo un simil con tu reflexión, un estado de abejas y miel. Muchas gracias querida amiga.
ResponderEliminarXara has nombrado el lugar sagrado por excelencia¡ gracias por recordarlo que nos trae aires tan aromàticos y orientales... Me ha encantado volver a escuchar su nombre¡ besos
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