Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 21 de septiembre de 2016

CUESTIÓN DE PIEL



Nuestra vida está delimitada por el órgano más grande y dúctil jamás conocido: la piel. Ella nos aísla dentro pero también nos diluye fuera. Es una barrera y un puente. Reúne en sí a todos los sentidos.

La piel huele y se huele. La piel se toca y toca. La piel mira y la admiran. La piel sabe y saborea. La piel suena y se oye. 

Tiene textura. Lisa, suave, rugosa, áspera, tierna, dulce, salada…mil y un mapa se dibujan en ella. Se puede visualizar la biografía de la persona a través de ella. Es un libro y a la vez una película. Por ella sabremos si quien se acerca nos es afín, nos conmueve, nos sublima o nos merece rechazo. Todo en la superficie de lo más externo e íntimo, a la vez, de nuestro cuerpo.

Tengo una amiga de la infancia que mantiene que todo es cuestión de piel. Todo. Por eso nos deberíamos fijar más en ella. En su tersura, en la transparencia, en la suavidad o en por el contrario, en los surcos que la recorren hechos a base de lágrimas y esfuerzo y de vida cansada.

La piel transmite lo amargo y lo dulce. Aporta datos sobre el carácter, las maneras y los modos de estar; solo hay que fijarse, rozarla…descuidadamente, si lo que queremos es conocer verdades o intensamente, si estamos impelidos ir más allá, adentro, camino del alma.

Cuando mires a los ojos mira también a la piel. Sin palabras te dirá mucho.

Toca la tuya. Que una mano acaricie la otra. Escucha el sonido del roce la piel y estate atento a lo que te dice. Tal vez tenga sed o necesite cuidados; posiblemente busque otra piel con una textura distinta que le atraiga como un imán o simplemente desee estar serena respirando tranquila ahí, donde está.

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