Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 16 de julio de 2016

ENTRE SOL Y SOMBRA...¿QUÉ ELIGES?



La vida pasa así, entre sol y sombra. Es decir, va caminando por senderos en los que el sol irrumpe con fuerza, mientras se dirige por recovecos  que descansan a la sombra.

Luces y sombras, gozos y llantos, alegrías y tristezas van íntimamente unidas como la otra cara de una misma moneda.
          Cuando nos quedamos a gusto bajo el calor del sol no nos acordamos del frío de la sombra, pero las tinieblas llegan.

          Leía hace un rato un artículo sobre el concepto de inteligencia. Ha cambiado mucho. De ligar ésta a los procesos memorísticos y lógicos, a considerarla como una capacidad de encontrar salidas serenas ante la adversidad.

          Y es que ser inteligente no es lo mismo que ser listo, avispado o audaz. Ser inteligente es controlar las emociones y encauzarlas debidamente cuando importa que así se haga.

He visto personas lúcidas prácticas, capaces de encontrar la solución correcta en cualquier parte o de cualquier modo. Hábiles para sobrevivir y salir adelante en cualquier situación. 

He visto, también,  personas muy válidas para teorizar; pegadas a una silla comiéndose los libros y siendo capaces de repetir todo y más de lo que allí pone. He visto que ambas cosas no tienen nada que ver.

Que no hay carreras que nos enseñen a vivir. Ni lecciones que nos ayuden a sufrir menos, a gozar más o a sentir mejor.

Y sobre todo, me he dado cuenta que se aprende más un día en la calle que una semana en la habitación delante de un libro de texto.

Que a vivir se aprende viviendo. Que no vale el ejemplo de otro y que si no lo vivimos en nuestras carnes, todo lo demás nos da igual.

Ahora, que el sol y la sombra se pelean por estar cerca, podemos escoger donde quedarnos un rato o dónde permanecer toda la vida.

¡Feliz sábado!

jueves, 14 de julio de 2016

¿QUÉ HARÍAS TÚ?



Estamos en un momento difícil. Tenemos muchos ejemplos para  criticar. Unos roban, otros estafan, los de cerca te timan, los de lejos malversan… un sinfín de despropósitos que estamos listos a condenan.

Hay quien dice que lo criticamos por envidia; que realmente si estuviésemos en su lugar haríamos lo mismo o incluso peor. Nos negamos a creerlo. ¿Nosotros?, no, no. Nosotros, no. Pero realmente detrás de estas palabras queda la duda. ¿Venderíamos nuestra honradez más rápido de lo que creemos? ¿Y si al aprovecharte de algo nadie te ve y no se va a notar?.

Hay que pasar por ello para medirnos a nosotros mismos.
Lo que es seguro que actuar bien, sin que nadie nos mire, es la única garantía de que ese comportamiento correcto está en ti.

Y recordemos, nunca sabemos qué consecuencias tendrá el robo de una simple manzana. Para otros o para ti mismo.

Veamos este breve texto.

__________________________________________________________________

Hace años un predicador se mudó de residencia.  Poco después, se subió en un autobús para ir al centro de la ciudad.  Al sentarse, descubrió que el chofer le había dado una moneda de más en el cambio. 

Mientras consideraba que hacer, pensó para sí mismo, "Ah, olvídalo, es solo una pequeña moneda. ¿Quién se va a preocupar por tan poca cantidad? De todas formas la compañía de transportes recibe mucho de las tarifas y no la echarán de menos.  Acéptalo como un regalo de Dios."  Pero cuando llegó a su parada, se detuvo y, pensando de nuevo, decidió darle la moneda al conductor diciéndole, "Tome, usted me dio esta moneda de más." 

El conductor, con una sonrisa le respondió, "Sé que es usted el nuevo predicador del pueblo. He pensando regresar a la iglesia y quería ver que  haría si yo le daba demasiado cambio”

Se bajó el predicador sacudido por dentro y dijo: "Oh Dios, por poco vendo a Tu Hijo por una moneda." 

Nuestras vidas serán la única Biblia que algunos leerán.
 





martes, 12 de julio de 2016

LA IMPACIENCIA LO COMPLICA TODO



Estoy segura de que muchas de las cosas que nos suceden tienen que ver con aprender a tener paciencia.

Somos impulsivos en las reflexiones, en las contestaciones, en el proceder. Somos inquietos, intranquilos y soliviantados. Estamos en la cultura de la protesta y nos encanta hacerla.

Nos fijamos mucho en la mota ajena y solemos hablar de las situaciones de los demás como si conociésemos sus malestares, los sufrimientos y las inquietudes por las que otros pasan.

Para el mundo occidental, la calma es lo más difícil de conseguir. Somos contestatarios y rápidos en la reacción. Nos perdemos en los gritos, en las diferencias y en las culpas. 

Nos adelantamos muchas veces. Tenemos poco sosiego. No meditamos las respuestas. Tampoco dejamos templar el alma para ejercer la comprensión o la compasión. Estamos deseando juzgar y aún más condenar.

La impaciencia lo complica todo, hasta lo manual. ¿Cuántas veces queremos hacer algo bien, arreglar algún objeto y nerviosos por alguna circunstancia lo estropeamos aún más?

Veamos este breve cuento zen que trata de la impaciencia.



…”Un estudiante de artes marciales fue hasta su profesor y seriamente le dijo, “Soy un devoto al estudiar su sistema marcial. ¿Cuánto tiempo me tomará dominarlo?”. La respuesta del profesor fue improvisada, “Diez años”.

Impacientemente, el estudiante replicó, “Pero quiero dominarlo mucho antes que eso. Trabajaré muy duro. Practicaré a diario, diez o más horas al día si es necesario. ¿Cuánto tiempo tomaría entonces?” El profesor pensó por un momento, “veinte años”.

La impaciencia complica básicamente todo aspecto de la vida incluyendo el aprendizaje. Muchas veces esta misma impaciencia o apuro por conseguir las cosas viene de la mano del capricho, la envidia o algún vacío que tenga la persona.

lunes, 11 de julio de 2016

CUÁNDO HAS CAMBIADO TANTO?



Todo en la vida es un proceso sin acabar. Uno cree que ya es él y que tal y cómo se ve, ya no hay más cambios que hacer. Que estamos bien así o que no lo estamos pero que hemos llegado a lo máximo de nosotros mismos.

Es mentira. Realmente te queda mucho por cambiar, por años que tengas.

Si encuentras a una persona que hace mucho que no te ve, seguro que te nota el cambio que tú nunca notarás.

Cambiamos y mucho. Lo importante es que no lo hacemos solos, que siempre hay alguien, pocos o muchos a nuestro lado que ponen su empujoncito detrás de nuestra espalda para que seamos un poco menos iguales que ayer. 

No sabemos por qué llegan hasta nosotros aquellos que ponen la levadura en nuestra alma. No llegan porque sí. Llegan por algo y, sobre todo, para algo.

Todo el mundo es válido. Todas las relaciones lo son. Aún las que no podemos decir que son buenas, porque al menos sirven como ejemplo de lo que no hay que hacer.

Si llegan a ser personas de peso en nuestra forma de ver la vida es que algo tienen que enseñarnos o algo nos van a permitir aprender de ese ser interior que hay en nosotros y que se manifiesta distinto según quien encuentre.

Pregúntate si te ves como hace cinco años, diez… en qué has cambiado, de qué forma ya no quieres estar, que es lo que ha dejado de importarte, qué se ha convertido en tu pasión.

Mira la gente que te ha acompañado en este último trozo del camino. Agradéceles que hayan estado ahí, contigo, cerca o poco pero al menos lo suficiente para que tu corazón sepa mirar distinto y ver mejor.

Nada es desechable. Todo ha servido para algo. Por eso ni una sola culpa, ni un reproche, ni un “si hubiese hecho o dicho”.

Hicimos lo que debimos hacer. Todo está bien. No hay nada que mejorar, ni ningún pasado que remediar. Pasó lo que tuvo que suceder.

Ni un minuto más en la otra orilla. Vete a la tuya. Es la que te pertenece.