Hay que
querer salvarse para hacerlo o, al menos, creer que la salvación está fuera del
problema. Lo peor es no ver más allá, enfangarnos en el lodo y creer que allí
termina todo. Entonces, nuestro mundo se hace pequeño, nuestras horas
rutinarias y el espacio se acorta.
Tanto puede
empequeñecerse el mundo que puede asfixiarnos al no ver que no hay paredes en
nuestra cárcel y que solamente con iniciar el vuelo ganaremos las alas que se
repliegan en nuestra espalda.
Otras
veces, uno cree que la salvación está en lo que le consume y entonces se queda
pegado al fuego que le quema y respira solamente con el humo que se desprende
de él.
En
cualquier caso, todos tenemos alas. Todos podemos volar, todos marcar el
territorio y elegirlo después.
Veamos
este breve cuento.
"Un pájaro que vivía resignado en un árbol podrido en medio
del pantano, se había acostumbrado a estar ahí, comía gusanos del fango y se
hallaba siempre sucio por el pestilente lodo.
Sus alas estaban inutilizadas por el peso de la mugre, hasta que cierto día un gran ventarrón destruyó su guarida; el árbol podrido fue tragado por el cieno y el se dio cuenta de que iba a morir.
En un deseo repentino de salvarse, comenzó a aletear con fuerza para emprender el vuelo, le costó mucho trabajo porque había olvidado como volar, pero enfrento el dolor del entumecimiento hasta que logró levantarse y cruzar el ancho cielo, llegando finalmente a un bosque fértil y hermoso."
Los problemas son como el ventarrón que ha destruido tu guarida y te están obligando a elevar el vuelo o a morir.
Nunca es tarde. No importa lo que se haya vivido, no importan los errores que se hayan cometido, no importa las oportunidades que se hayan dejado pasar, no importa la edad, siempre estamos a tiempo para decir BASTA, para oír el llamado que tenemos de buscar la perfección, para sacudirnos el cieno y volar alto y muy lejos del pantano.
Sus alas estaban inutilizadas por el peso de la mugre, hasta que cierto día un gran ventarrón destruyó su guarida; el árbol podrido fue tragado por el cieno y el se dio cuenta de que iba a morir.
En un deseo repentino de salvarse, comenzó a aletear con fuerza para emprender el vuelo, le costó mucho trabajo porque había olvidado como volar, pero enfrento el dolor del entumecimiento hasta que logró levantarse y cruzar el ancho cielo, llegando finalmente a un bosque fértil y hermoso."
Los problemas son como el ventarrón que ha destruido tu guarida y te están obligando a elevar el vuelo o a morir.
Nunca es tarde. No importa lo que se haya vivido, no importan los errores que se hayan cometido, no importa las oportunidades que se hayan dejado pasar, no importa la edad, siempre estamos a tiempo para decir BASTA, para oír el llamado que tenemos de buscar la perfección, para sacudirnos el cieno y volar alto y muy lejos del pantano.