Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 12 de agosto de 2016

LOS DÍAS GRISES



Los días grises no se ven con la retina, se sienten en el alma. No se huelen ni se saborean, se sufren con nostalgia por lo que dejan de aportarnos.

Siempre se cuelan en la alegría, se hacen hueco, se adelgazan para caber por las rendijas y tienen la habilidad de invadirlo todo con la rapidez del viento.

Es como si tuviesen la facultad de voltearnos, de zarandearnos de una orilla a otra, de instalarnos en la desesperanza a pesar de acabar de brillar el sol.

Las nubes aparecen, la tormenta, a punto de estallar, se expande con su bruma entre la esperanza y cuando creemos que el día no oscurecerá, olvidamos que siempre termina.

Hay charcos, fangos y aguas estancadas que siempre huelen. La solución pasa por tener mala memoria y ser selectiva en las batallas, incluso en ni siquiera presentarlas.

Lo que vemos siempre existe. Lo que no queremos ver siempre se oculta. Pero este autoengaño siempre se vuelve contra sí mismo y acabamos por ver, aunque nos resistamos, y terminamos por aceptar para poder trascender más tarde.

Tal vez sea la única forma de aligerar el gris. No resistirse a lo evidente, dejarnos llevar por lo manifiesto y fluir con lo se hace clarividente sin palabras. 

Parar, asumir, reflexionar y volver a actuar. Stop, finish, closed …silencio, quietud, soledad, unidad, conexión, centramiento, perdón, gratitud…

Respiro profundo. 

Om Shanti.

miércoles, 10 de agosto de 2016

UNA FÁCIL SOLUCIÓN AL MALESTAR



En la actualidad se habla mucho de la risoterapia. Hay cursos para reír. Clases de risa. Antes íbamos al circo y la actuación más valorada era siempre la de los payasos. A todo el mundo le gustaban. A los niños y a  los mayores. La razón: la risa; o bien la risa que ellos provocaban o la de los niños que los miraban.
Nos gustan las películas de risa. En realidad nos gusta reír aunque sea un hábito olvidado.


Nos sentimos bien, nos sentimos plenos, nos sentimos alzados y empoderados. Pero a medida que crecemos perdemos ese automatismo que en la infancia era tan usado.


Cuando somos niños todo nos causa risa y es la risa lo primero que comienzan a reprimirnos. “No te rías”, “así no se hace, deja de reírte”, “no sé por qué te ríes no tiene gracia”… Éstas y otras frases nos suenan comunes en la forma de reprimir la risa desde el mundo de los mayores. Pero en realidad, un niño todo se lo toma a risa y es esa cualidad del ser la que hace que la vida sea bella y pase rápido sea como sea ésta.

Volver a ser niños, rescatar lo que de la infancia nos engrandece pasa por rescatar abiertamente las ganas de reír.
Ahí está el valor, ahí el mayor de los tesoros.
  Acércate a la risa...o aquién te haga reír.

Veamos este breve cuento zen.


EL PAIS DE LA RISA.

"Un maestro estaba comunicativo, y por eso sus discípulos trataron de que les hiciera saber las fases por las que había pasado en su búsqueda de la divinidad. Primero, les dijo, fuí conducido de la mano al País de la Acción, donde permanecí una serie de años.

Luego volvió y me condujo al País de la Aflicción, y allí viví hasta que mi corazón quedó purificado de toda afección desordenada.

Entonces fue cuando me vi en el País del Amor, cuyas ardientes llamas consumieron cuanto quedaba en mí de egoísmo.

Tras de lo cual, accedí al País del Silencio, donde se desvelaron ante mis asombrados ojos los misterios de la vida y de la muerte. ¿Y fue ésta la fase final de tu búsqueda? le preguntaron. No, respondió el Maestro..., un día fuí llevado al santuario más escondido del Templo...Y fui conducido al País de la Risa.



lunes, 8 de agosto de 2016

TU CALMA TE PERTENECE



Ayer escuché por primera vez esta frase. Me gustó. Me hizo sentir bien y al mismo tiempo me pareció un reclamo para las personas  que ponemos en manos de otras, las alteraciones de nuestro interior.


En realidad, no hay nada mejor que la calma, la paz con uno mismo, el goce de lo que uno es y de lo que uno vive. 


Lo que uno tiene es más relativo. Hoy podemos tener algo que encaja en nuestro puzle de vida y mañana no necesitarlo, evaporarse o perderlo.

El gran reto es uno mismo y no lo entendemos. Nos aferramos a lo de afuera. No involucramos en el resto. Nos volcamos en emociones y sensaciones que parecen que justifican todo. Y en realidad, por encima del culto a los sentimientos hay un altar mayor: la estabilidad, el equilibrio y la serenidad que emana de uno mismo. En ello está la clave de la felicidad en cada momento.

La seguridad de no perder la calma nos prepara para todo. No hay desafío con el que no se pueda, ni miedo que nos asalte que no se controle. Nos ayuda el silencio. Nos afirma el mirar desde el interior. Nos impulsa el amor que emana de uno mismo hacía sí. 

Nos relaja el saber que todo está bien. Que estamos en el momento justo y que solamente caminando desde el centro de uno mismo, se llega al punto más alejado.

No dejes que nadie te quite la calma que te pertenece, ni que las circunstancias te arrebaten los tesoros del alma que solo tú posees. 

Ahí dentro, en lo más profundo, te estás esperando tú. Sin duda, la mejor cita.

domingo, 7 de agosto de 2016

VIAJE A ÍTACA ( El relato del domingo)



Domingo anterior

.-Mi querido amigo, ¿ qué te sucede?. Tocó su frente comprobando que estaba muerto.

.-Steven, Steven…! respóndeme por favor!. Amigo, no!, tu también ..NOOO!!!. Lloraba desesperadamente mientras Swa se había deslizado por la parte trasera tratando de huir. Escondida entre el resto de los coches se acurrucó debajo de uno de ellos para no ser vista.

Owen tardó unos instantes en reaccionar olvidando su presencia en la escena. Abrazó a su amigo con una tristeza inmensa mientras las lágrimas, llenas de amargura, se deslizaban también sobre el hombro de su amigo muerto. 

De pronto, se dio cuenta de una diminuta mancha de sangre en el lugar que había mojado sus lágrimas. Se apresuró a descubrir la camisa de su amigo y allí lo pude ver. Aplastado y muerto se escondía el pequeño escorpión que había matado a su amigo.

No podía saber que su destino era otro. Que estaba destinado a sí mismo.

Muy pronto, antes de lo que pensaba, todo se iba a complicar aún más porque en aquel momento, Swa estaba dispuesta a traicionarle para salvar la vida de su hijo o, al menos, había comenzado a intentarlo. 

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Domingo 07-08-16 

Desesperado volvió la cabeza en busca de Swa, pero ya no la vio. Replegada en los bajos de unos coches más adelante, esperaba el momento exacto para salir en busca de su hijo.

Owen, en un estado de absoluto desconcierto tomó el móvil de su amigo y marcó el número secreto que jamás creyó volver a utilizar. Al otro lado, alguien esperaba con ansiedad aquella llamada que había tardado años en llegar.

.-Soy yo. El momento ha llegado.

.-Bien. Nos veremos en cuatro horas en el lugar fijado. ¿Estás seguro?.

.-Absolutamente.- En el otro lado solamente se escuchó el sonido seco de haber colgado la comunicación.

Owen se encontraba perdido. Su amigo muerto en sus brazos había terminado con cualquier esperanza. Swa no estaba allí inexplicablemente y no tenía sentido seguir con aquella venganza personal que nunca podría resarcir a todas las víctimas. Había llegado el momento de hablar, de contarlo y de demostrar el horror que había presenciado de niño.

Tenía cuatro horas para entregarlo todo.

Mientras tanto, Swa buscaba desesperadamente el lugar donde había sido citada con aquella diminuta tarjeta sim pegada a su mano. Corría entre la gente sin apenas ver nada. Caminaba absolutamente inmersa en su miedo. Solamente la imagen del pequeño Liu conseguía mantenerla en pie.

Se sentía mal. Traicionaría a Owen por su hijo pero era un cambio que no admitía lugar a duda. Nada podía arrastrarla más. De pronto, alguien se chocó con ella despistadamente.

.-¡Perdón señorita!  ¡Cógalo!.- Un hombre joven que abrazaba un perro herido le depositaba en sus manos al pobre animal que la miraba lánguido y quejoso.

.-¡Eh! Pero no puede dejármelo a mí.- Swa decía esto mientras el hombre salía corriendo para huir del alcance de otro hombre de aspecto extranjero. El perro tenía una pata quebrada y una herida en el lomo que parecía de bala. Llevaba una correa con una especie de bolso debajo de su boca, semejante a los perros escoceses que portan el whisky para su dueño. 

Estaba cerca de un parque pequeño en el que jugaban niños de varias edades. Se acercó a uno de sus bancos para observar al animal y comprobar su estado. No podía dejarle en aquella situación. Aún estaba lejos del punto de encuentro con los raptores de Liu pero tenía tiempo suficiente para atender a aquel animal que la miraba con tanta gratitud que hacía imposible su abandono.

Efectivamente, el perro estaba herido de bala pero no revestía una gravedad inmediata. Su padre había regentado una clínica veterinaria en su país de origen y estaba acostumbrada a ver lesiones y a valorar sus riesgos.

.-No sé cómo te llamas, ni por qué has llegado a mí, pero te pondrás bien. ¡Todo nos irá bien a los dos! - Mientras decía esto observó que la pequeña bolsa que se ajustaba a su cuello estaba semiabierta. Separó ambos lados de ella y a partir de ese momento solamente pudo dar un grito inmenso de desesperación.

.-¡!! Nooooooooo ¡!!!...