Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


lunes, 3 de abril de 2017

TRISTEZAS PROFUNDAS



Todos tenemos tristezas profundas. A veces están en la superficie, rozando la piel y con el dolor explosionando a cada instante. Otras, se quedan dormitando en los recuerdos decididamente no nombrados; hibernando, a punto de despertar del letargo cuando algo golpea en su profundo sueño.

Cuando uno siente esa tristeza invadiéndolo todo, lo mejor es conectar con el sentimiento.  En silencio, despacio, de forma suave como dejando que resbale sobre el alma. Dando la mano al sufrimiento que conllevan y después abriendo espacio para que se dispersen en nuestro interior.

No podemos y no debemos evitar la tristeza. Ella lega sin avisar y a veces, para quedarse mucho tiempo. Lo que podemos hacer es invitarla a pasar, no resistirnos al malestar que nos regala y siendo compasivos con lo que deja a su paso y con nuestra forma de sufrirlo.

A veces, nos indigna lo que “nos hacen” los de fuera. No entendemos por qué nos tratan así sin merecerlo y eludimos comprender que cada uno libra sus propias batallas, que todos estamos conectados y que lo de los demás nos salpica. También lo nuestro modifica y condiciona lo que otros viven junto a nosotros.

Decisiones simples pueden convertirse en el inicio de historias inimaginables. Cualquier paso que creamos sin importancia puede cambiar la vida.

Los sucesos se encadenan, las piezas se mueven y al final…todo encaja.

Las tristezas profundas anuncias alegrías inmensas que están por llegar. Todo es cíclico. Un polo se conecta con el contrario y en el medio surge la maravillosa chispa en la que debemos apasionarnos por la vida y por el trabajo interior.

Así me siento a veces, a ratos, a solas.

Así resuelvo; arropando a la niña interior que hay en mi con el abrazo tierno de la adulta que soy.

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