Estoy
leyendo un libro bastante especial. Trata de los “depredadores emocionales” y
les considera, ni más ni menos que una tipología semejante a la que existe en
el reino animal, pero con peores consecuencias.
Cuando se refiere a ellos no los pone
en masculino solamente, porque tales depredadores pueden darse en todos los
ámbitos y en ambos sexos.
El
marco mas proclive se circunscribe a las relaciones íntimas, pero no es el único:
trabajo, familia, amistades y un largo ecétera de posibles situaciones.
La/el
depredador emocional suele ser una persona encantadora, de fácil trato, capaz
de moverse muy bien en los ámbitos de la seducción y el convencimiento. Poco
llamativos y sutilmente escurridizos. Hábilísimos para culpabilizar a las
víctimas de defectos y errores que ellos mismos cometen por doquier y expertos
en aislar y reducir su estima para nutrirse solamente de su energía.
Neus Colomer, autora de este libro, hace especial hincapié
en la forma que la /el depredador emocional tiene para permanecer atento y a la
escucha de la información valiosa que se le ofrece.
“…El
depredador apenas habla de él, sólo la víctima habla y habla de sus cosas, de
sus sueños, de sus miedos, de sus fracasos…Cuánto más habla, más material da a
l depredador para que éste tenga las llaves de sus resortes y más conocimiento
de cómo hacer para manejar a su antojo sus emociones y sentimientos.
La
víctima siente que conoce al depredador como si su relación se hubiese iniciado
muchos años atrás, como si fuese su alma gemela…no se ha enterado que éste/a lo
único que ha hecho ha sido devolver sus
palabras de rebote.” ( pág. 34/35)
Hay
que tener cuidado con la información gratuita que damos y a quién se la damos.
Hay
que saber esquivar la mirada, el aliento y las palabras de este grupo de humanos
que saben jugar muy bien las cartas a su favor, mientras no nos damos cuenta
que somos su alimento.