Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 30 de junio de 2017

¿Y POR QUÉ A MÍ...?



Nos lo preguntamos muchas veces.  Siempre que nos suceden acontecimientos que nos descolocan, nos desbordan o nos sacuden. Nunca cuando lo que pasa en nosotros es agradable o feliz.




Los extremos se tocan. Cuando lo que nos pasa es desagradable gastamos toda nuestra energía  en revolvernos contra la situación, en hacernos mal la pregunta, en contestarnos en desacuerdo con esta errónea formulación.

La cuestión no es ¿por qué a mí?...sino ¿para qué a mí?.

Hemos aludido muchas veces al correcto método de enfrentar la adversidad. No resistencia. Nunca enredarnos en las situaciones a base de poner muros que las alejen. Dejarlas pasar lo más suavemente posible. Fluir con ellas, de forma sencilla, en silencio, sin lucha que las perpetúe.

Cuando una circunstancia llega hasta nosotros y nos sacude, la pregunta es ¿qué tengo que aprender?¿qué me enseña lo que vivo?¿tengo que reconducir mi forma de actuar para no repetirlo?...

Deberíamos ser como el agua. Capaces de adaptarnos al terreno, de encontrar el lugar por donde seguir corriendo, de avanzar siempre, de llenarnos como embalse o vaciarnos como drenaje.

 Capaces de saciar la sed y de limpiar el lodo; capaces de triunfar  siempre al son de vida, germinando semillas, floreciendo colores, lloviendo ilusiones.

El “por qué a mí” hay que desterrarlo. No se trata de cuestionar al destino. Se trata de saber cumplir el nuestro y esto pasa por darnos cuenta de nuestros puntos débiles, y permitírnoslos para superarlos; de reconocer que no somos tan buenos, ni tan malos; de comprender que el medio es un lugar perfecto para encontrarnos con nosotros mismos.

Nadie es perfecto, ni falta que hace.

Nadie lo tiene todo, ni es conveniente.

Nadie lo hace todo bien, ni importa lo más mínimo.

La vida es experiencia. Hay que vivirla y equivocarnos y seguir aprendiendo que lo mejor es el proceso porque llegar a la meta es una emoción muy breve por intensa que sea.

Nunca te preguntes “por qué a mí”… siempre deja abierta la puerta a las infinitas posibilidades que se manifiestan cuando cuestionas la permanencia de la vida las reglas a las que la hemos sometido.

Todo es más sencillo. Déjate llevar. Aprende. Vuelve a intentarlo. 

Todo está ahí para ti. 

Es tuyo.

lunes, 26 de junio de 2017

ABRÁZATE A TI MISMO Y DI: “ TODO ESTÁ BIEN”



Nos pasan todo tipo de sucesos. La vida es así. Estamos en el cielo y de repente algo nos ocurre que nos clava en el infierno.
Uno tiene que pararse. Respirar profundo y pensar que “todo está bien”, que la vida sigue unas fases que son inexorables y que ante ellas no podemos hacer nada.


Una de las prácticas más saludables es abrazarte a ti mismo y cuando hablo de abrazos me refiero a ser bondadoso con uno, a ser permisible, a dejarse llevar por las circunstancias y a no pelear contra ellas.


Cuando nos ablandamos todo fluye con mucha sencillez.
Nos complicamos mucho. Pensamos, damos vueltas en círculo, nos agobiamos, nos enredamos en pensamientos absurdos, hacemos gigantes a los enanos y de todo ello, no sacamos nada en limpio.

 
Hay que aprender a desaprender. Rutinas que no sirven, excusas que están caducadas, razones que han prescrito y sobre todo, las justificaciones que nos mantienen en una casa de locos con la certeza de que estamos en el buen  camino. 


No lo estamos. El camino correcto es el de la sencillez porque al final, casi nada es importante.


Nos creamos expectativas que no van a cumplirse, aspiramos a lo imposible, nos resistimos a lo ineludible y  siempre terminamos por perder la batalla antes de empezarla.


Si estás en un momento dulce, gózalo pero con suavidad. Saboréalo poco a poco. Degústalo despacito. Vuelve sobre su aroma otra vez. Empápate de ello delicadamente.


Si estás en un momento difícil hazlo de igual forma. Vete lento. Despacito sobre sus aguas. Poco a poco. De vez en vez. Pásalo por encima, no te sumerjas. Bordéalo suave y delicadamente.


Solamente en la sencillez de una vida suave podemos darnos ese abrazo a nosotros mismos donde sintamos, que sea como sea, “todo está bien”.