Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 19 de agosto de 2017

LAS CARGAS QUE NO SOLTAMOS



Lo que llevamos a cuestas, la mochila que nos acompaña, casi siempre es voluntaria. No cerramos ciclos, no pasamos página, no soltamos lastre…y así nos va.

Nuestro cuerpo se hace pesado, nuestra alma más. No dejamos de rumiar los mismos viejos dolores, ni de recordar lo que nos hizo daño. No dejamos de hacernos heridas con las que ya deberían haber cicatrizado.


Cuando odiamos, sentimos ira o estamos amargados por algo, no deberíamos olvidar que es nuestra responsabilidad no solo es vivirlo y sufrirlo, sino también superarlo.

Os dejo un breve cuento en el que puede apreciarse que si en realidad no soltamos lo que nos preocupa, duele o sorprende, será una carga que llevemos a cuestas sin desprenderse de nosotros.

Feliz tarde.



Dos monjes estaban peregrinando de un monasterio a otro y durante el camino debían atravesar una vasta región formada por colinas y bosques.

           Un día, tras un fuerte aguacero, llegaron a un punto de su camino donde el sendero estaba cortado por un riachuelo convertido en un torrente a causa de la lluvia. Los dos monjes se estaban preparando para vadear, cuando se oyeron unos sollozos que procedían de detrás de un arbusto. Al indagar comprobaron que se trataba de una chica que lloraba desesperadamente. Uno de los monjes le preguntó cuál era el motivo de su dolor y ella respondió que, a causa de la riada, no podía vadear el torrente sin estropear su vestido de boda y al día siguiente tenía que estar en el pueblo para los preparativos. Si no llegaba a tiempo, las familias, incluso su prometido, se enfadarían mucho con ella.

             El monje no titubeó en ofrecerle su ayuda y, bajo la mirada atónita del otro religioso, la cogió en brazos y la llevó al otro lado de la orilla. La dejó ahí, la saludó deseándole suerte y cada uno siguió su camino.

             Al cabo de un rato el otro monje comenzó a criticar a su compañero por esa actitud, especialmente por el hecho de haber tocado a una mujer, infringiendo así uno de sus votos. Pese a que el monje acusado no se enredaba en discusiones y ni siquiera intentaba defenderse de las críticas, éstas prosiguieron hasta que los dos llegaron al monasterio. Nada más ser llevados ante el Abad, el segundo monje se apresuró a relatar al superior lo que había pasado en el río y así acusar vehementemente a su compañero de viaje.

              Tras haber escuchado los hechos, el Abad sentenció: "Él ha dejado a la chica en la otra orilla, ¿tú, aún la llevas contigo?".  

miércoles, 16 de agosto de 2017

DESDE EL ACANTILADO



He puesto un pie en el borde del acantilado

Y como susurros muertos llegan a mí, 

los lamentos del pasado. 

Se acercan tímidas, las horas muertas 

que pase esperando, los días tristes 

en los que quería verte 

y el silencio me iba contestando, 



poco a poco, cacho a cacho,

que tu soy yo, imaginando.

Y diviso un mar de sargazos, 

con piratas y barcos; con trabucos 

y ojos medio tapados. 

Vienen a buscarme como rescate 

por tu querer equivocado. 

Se acercan raudos

 dejando el viento entrecortado, 

entonando un cántico 

de sirenas muertas a su paso.

Estoy deseando ser apresada

 entre  cadenas y los palos 

que me dejen desvalida 

al viento como buen pago. 

Porque no quiero vida 

sin estrellas de mar

 a mi alrededor nadando,

 ni quiero muerte 

en la que me sigas

 a todos los lados.

Quiero la dicha de respirar profundo

Cerrar los los ojos

Y encontrarte libre

 al otro lado.

lunes, 14 de agosto de 2017

EMOCIONES CONGELADAS



Nacemos con la emoción en la boca. Lloramos. Así comenzamos la vida; como si no quisiéramos quedarnos, como si salir a este mundo fuese la peor opción después de tanta sensación placentera dentro de nuestra madre o de tanta otra vida de eterno goce.




Luego, con el tiempo, conocemos esto y nos adaptamos y hasta lo amamos. Y no queremos irnos porque olvidamos que al entrar en ella lo hacíamos llorando y mal a gusto.


En este tramo de experiencias se acumulan las emociones. Las buenas, las malas, las peores o las nefastas. Las que podemos expresar y las que no. Y son éstas últimas las más dañinas. Las que quedan congeladas, las que se rompen en cristales dentro de uno mismo y nos pinchan por todos los lados.

Aprender a expresar lo que sentimos en el momento que lo sentimos tiene mucha importancia. No dejarlo en el frigorífico de nuestra mente pensando en sacarlo algún día y terminar por ver que se ha estropeado.


Las emociones congeladas, las palabras no dichas, los gestos ocultos, las lágrimas no rodadas, los besos engullidos, las miradas desviadas…todo puede explotar en un momento determinado y sacudir nuestra vida y nuestro cuerpo.


La enfermedad es un espejo. Nuestro organismo enferma; nos duele la cabeza, la espalda se parte, el estómago no aguanta, el corazón explota. Y todo porque hay dentro mucho por sacar. Hay mucho que decir y más por expresar.

Si tuviese oportunidad ¿a quién situarías delante de ti para decirle lo que llevas tanto tiempo pensando?¿a quién le estrecharías entre tus brazos expresando todo el amor que no has dicho?¿a quién cogerías de la mano para llorar juntos?.


A veces, la respuesta a estas preguntas es un imposible. Pero la mente no tiene límites y menos el alma. Cierra tus ojos y visualiza. Trae a tu vera a quien desees. Mírale a los ojos. Háblale con el lenguaje silencioso del interior y expresa todo lo que llevas dentro.

No dejes que nada se congele. Coloca el calor de tu corazón sobre los bloques de hielo que atenazan tu vida.

Sueña. Descongela. Báñate en esa agua con la persona que desees.
 
Te sentirás inconmensurablemente bien.