Tal
vez te hayas hecho esta pregunta muchas veces. Siempre hay una persona que
quedó en nuestro camino de ida con la que hemos perdido el contacto y con la
separación se han estirado tanto los lazos que nos unían que pudiésemos decir
que están rotos.
Nos
puede parecer hasta mentira. Si volvemos la vista atrás descubrimos un montón
de sentimientos que tuvieron sentido cuando sucedieron; allí en aquel justo
momento, preparados para nosotros y dispuestos para revolucionar nuestra vida,
darla calor o simplemente hacerla más llevadera.
Pasado
el tiempo, la gente que nos rodea cambia, se renueva, se diversifica; otras
caras, nuevas sonrisas, ideas frescas o miradas diferentes que nos hacen sentir
siempre que estamos en un presente continuo.
Es
muy difícil recuperar afectos que pasaron, que cumplieron su misión en su
momento, que dejaron su sentido allí.
Recientemente
pensaba en una amiga de la adolescencia; una de aquellas amigas que se llevan
contigo siempre y de las que no querrías haberte separado.
Hace
un par de años me buscó por las redes sociales y volvimos a coincidir. Parecía
que aquel sentimiento lejano renacía nuevamente. Así fue durante algún tiempo.
Fue curioso. Nunca quiso hablar por teléfono. Me pareció como si encontrar
nuestras voces representase algo demasiado fuerte, algo en donde los años se
manifestaban con su distancia.
Después
de algunos intercambios de información sobre el devenir de nuestras vidas, se
fueron distanciando los mensajes, se atropellaron los sucesos en la vida de
cada una y el tiempo pasado se abrió de nuevo como un abismo bajo nuestros
pies.
Posiblemente
querer forzar la reconstrucción de un sentimiento sea un imposible. Porque
nadie es el mismo ya. Ni lo son nuestras circunstancias, ni lo es nuestro
corazón.
Cualquier
viejo afecto rezuma suaves aromas que siguen presentes en el fondo del alma
como un sedimento permanente. Querer que nos impregnen de nuevo y convertirnos
en el frasco de perfume, siempre es un error; o al menos, si acontece la
oportunidad, que las expectativas no sean demasiado confiadas en que todo
volverá a ser lo mismo.
Eso
seguro que no.