Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 6 de abril de 2018

LUCES Y SOMBRAS



Todos somos luz y a la vez, todos escondemos la sombra. No es algo que construyamos nosotros, es la otra cara de lo que brilla que representa un profundo pozo, algunas veces, o un somero charco, otras.

La luz está identificada con la claridad, con la apertura, con la visión. La sombra con la oscuridad, el temor, la falta de seguridad y la posibilidad de que algo suceda sin ser sentido




Hay que observarse bien a uno mismo. Ser un observador lo más distante posible.

Conozco personas que se perdonan tan fácilmente así mismas que no son capaces de ver en su comportamiento ninguna oscuridad. Está bien ejercitar el perdón con uno mismo, está bien no llevar la culpabilidad hasta el extremo del victimismo, está bien ser compasivos también con nosotros. Pero todo se puede complicar mucho y combinarse de formas extrañas que dificultan la vida.

Existen personas que no sólo se perdonan hasta el extremo de no ver errores, equivocaciones, fuera de tono, ni mancha en su comportamiento, sino que además ejercen de jueces siempre para los demás. Es como si tuviesen delante de sus ojos una cortina transparente para el resto y opaca para sí mismos. 

Si existe la luz, existe la sombra porque esta existencia está hecha a base de contarios. Incluso se entiende a través de ellos.
Nuestra gran tarea, el trabajo que debemos hacer en nuestro interior consiste en determinar las áreas iluminadas de nuestra conciencia y aquellas otras donde la luz no llega.

La perfección no existe a no ser que la consideremos como el continuo esfuerzo por mejorarnos siempre.

Tengo mis luces y voy sabiendo dónde están. Tengo mis sombras y lucho por conocerlas. Solamente así tendré el mapa completo de mi laberinto interior.

Caminar por él, será luego muy sencillo.

martes, 3 de abril de 2018

LO QUE NOS ASUSTA, NOS DESCONTROLA



No hay nada más absurdo que sufrir innecesariamente. A veces, hay que parar, observar, respirar profundo y reconectar con nuestro interior. Buscamos respuestas fuera, cuando seguramente todas están dentro.



La vida que vivimos nos tiene inmersos en rutinas que no nos aportan nada pero nos permiten vivir sin sobresaltos. Sin embargo, todo sucede muy deprisa. No tenemos tiempo para casi nada y menos para nosotros; incluso diría más. Si acaso hay tiempo propio entonces extrapolamos el cuidado de nuestro físico. Más sesiones de gimnasio, más horas en la peluquería, menos calorías, más maquillaje y así un largo etcétera que termina siempre en lo que los demás ven.

Lo importante es lo que los otros no pueden ver pero sí sentir. Lo que irradiemos en nuestro radio de influencia, el halo personal que nos acompaña desde que nacemos y en el que se añaden nuestros avances o retrocesos.

En ocasiones nos vemos desbordados por lo que nos sucede y no acertamos a actuar como quisiéramos. Cada paso que damos parece que empeora el anterior. No hay maldad en ello, solamente desconocimiento.

Cuando estamos perdidos desaparece el control y eso siempre nos asusta. Lo que sucede es que perdernos nos da la oportunidad de reencontrarnos y en ese duelo, que conlleva sufrimiento muchas veces, surge lo mejor de nosotros para llevarnos un paso más adelante.

Si lográsemos dar más tiempo a estar a solas con uno mismo; a escuchar las respuestas que llegan desde el interior, a serenarnos y sentir que “no pasa nada”, nunca pasa nada.

Nuestro Plan de Vida lo hemos ideado nosotros, por eso, aunque no lo recordemos, conocemos el camino.

Basta reconectar. A solas. En silencio. A la espera de que la sabiduría interior nos ayude a recordar cuál es el siguiente paso.

Sea cual sea, seguro que es el que debe ser.